Por qué las tardes
del verano
se me hacen eternas,
por qué sus noches
calurosas
me invitan a
inventar
historias que, más
tarde,
se convierten en
versos
que se arrastran
pesados
cual si fuesen
reptiles
que están
aletargados
pero no por el frío
sino por el calor
que les hace ser
torpes
en todo movimiento
y les hace cansino
su lento caminar.
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