viernes, 8 de septiembre de 2017

Siempre hay solución



Las cosas no salieron como él hubiera deseado pero tampoco era para preocuparse demasiado, o, al menos, eso es lo que pensó en ese momento.
Lo peor vino después cuando tuvo que convencer a los demás de que el asunto tenía solución y la solución era tan buena o mejor que la que habían pactado de antemano pero nadie se tragó la bola y todos protestaron enérgicamente: tenían derecho a cobrar las horas extraordinarias aunque fuera a mitad de precio.
Sin más remedio tendría que echar mano de toda su capacidad de persuasión si no quería tener un problema insoluble de verdad y, directamente, les amenazó con el despido inmediato.

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