lunes, 28 de abril de 2014

Suplantación



         Cuando le telefonearon del banco no pudo creer lo que escuchó a través del auricular:
         “Su cuenta tiene un saldo negativo de más de quinientos euros y acaba de llegar un cargo de su tarjeta de crédito de doscientos cuarenta y cinco con noventa y nueve”.
         Al principio se quedó callado como un muerto pero poco a poco fue reaccionando hasta que consiguió articular palabra:
         No entiendo cómo ha podido suceder lo que me dice consiguió hablar por fin pero también podría ser un error ya que yo no he usado la tarjeta desde hace al menos doce días cuando fui a hacer la compra del mes al supermercado.
         Efectivamente corroboró su informante aquí hay un cargo del supermercado de hace doce días por un importe de ciento cuarenta y siete euros con veinte céntimos.
         ¿Y qué saldo tenía entonces?
      Pues, veamos,…  arrojaba un saldo de mil ciento treinta euros con sesenta céntimos. ─ Informó el bancario.
       ─ Entonces quiere decir que se han disipado más de mil setecientos euros como por arte de magia.
         ─ No, como por arte de magia no, como consecuencia de cinco compras realizadas con su tarjeta de crédito. ─ Puntualizó el informante. ─ Si tiene a bien pasarse por aquí le informaremos en concepto de qué han sido realizados los cargos.
         Andrés pasó del estupor a la rabia y de la rabia a la desesperación. No podía poner en pie aquello que acababa de saber y, por otra parte, no tenía posibilidad inmediata de hacer frente al agujero económico que había que tapar y, casi con toda seguridad, lo más pronto posible.
         Consiguió serenarse y comenzó a vislumbrar que aquel descalabro era fruto de una suplantación de personalidad como en los casos que habían contado en un programa de la televisión la noche anterior.
         Cuando quiso darse cuenta, María, su mujer, le miraba con ojos de sorpresa y le estaba diciendo:
         ─… pero, Andrés, ¿qué es lo que decías de mil setecientos euros y de la personalidad? No me despiertes hablando solo que son las cinco de la madrugada y no hay que levantarse hasta las ocho.

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