Estaba convencido de que a ella le
hacía “tilín”, por eso, cuando Lola se levantó para ir a llevarle el correo al
jefe, le dejó una nota con su número de teléfono encima de su ordenador y se
fue rápidamente a casa.
Estuvo
toda la tarde esperando pacientemente la llamada de teléfono pero eran ya casi
las nueve y nada. Se asomó cien veces al balcón por si acaso había decidido
visitarle en lugar de telefonear pero todos los intentos fueron infructuosos y
tampoco nadie tocó en el portero automático.
Cuando,
presa de los nervios, estaba a punto de tirar el móvil a la basura, comprendió
lo que había sucedido: se había quedado sin batería.
Cuando la tecnología nos hace inventar dramas, es que algo ha muerto en la lírica.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Tienes toda la razón, colega.
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