Era
como una página en blanco. Como el Emilio de Rousseau, totalmente bueno sin
mezcla de mal alguno, o al menos eso es lo que pensaban de él pero, (siempre
hay un “pero”) como no todo es oro lo que reluce, no era tan limpio de corazón
como pudiera pensar la casi absoluta mayoría de los y las que le conocían:
cuando soñaba con ella siempre aparecía desnuda, eso sí, en el Paraíso
Terrenal.
El
problema era que no se llamaba Adán y ella no se llamaba Eva y no era su
pareja, era la camarera del bar de la esquina que estaba casada y tenía tres
hijos.
pero así es más divertido, no?
ResponderEliminarEl pensamiento no delinque, y en este caso tal vez aviva la mente.
ResponderEliminarUn saludo
JM