─ Por favor, no enciendas la luz ─
gimió desde debajo de las sábanas.
─ Sólo iba a descorrer las cortinas ─
respondió ella.
─ ¡No, tampoco!, por lo que más quieras
─ suplicó con voz lastimera.
─ De acuerdo, no te preocupes que, si
así lo deseas, no dejaré entrar la luz en todo el día. ─ Zanjó y, acto seguido,
salió de la habitación cerrando con dos vueltas de llave.
Pensó para sus adentros:
─ No sé para qué me compré el vampiro,
si le abro de noche, me muerde el hijo de su madre, y de día no hay manera de
echarle la vista encima. Debí comprar un loro y estaría más acompañada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario