Ya no estaba dispuesto a aguantar por
más tiempo aquella situación. Todas las cosas tienen un límite y pensó que ya
no había más aplazamientos ni más zarandajas. Que no, que ya se había colmado
el vaso de su paciencia y no iba a esperar más para que luego pasara lo de
siempre y él se quedaría mirando con cara de tonto mientras otros se lo
llevaban calentito. Lo hizo, se marchó y dejó la cola de la máquina de café del
Servicio de Urgencias porque tenía a treinta delante de él.
(No hay nada como desayunar en casa).
No hay comentarios:
Publicar un comentario