─ ¡Hola! ¿Es el adivino?
─ No, se ha equivocado de número
─ ¿Está seguro de que no es el adivino?
─ Le digo que no, que no soy el adivino
─
Pues estoy llamando al número de teléfono que sale en la tele
─
Pues le repito que yo no soy el adivino
─
¿Y no podría hacer un esfuerzo y adivinarme algo?
─
Que no, que yo no soy adivino ni nada por el estilo
─
Pero por una vez podría probar…
─
Le digo que no, que no puede ser, que esto no es serio
─
Pero si Vd. no pierde nada por probar, ande sea bueno y adivíneme alguna cosa
─
La verdad es que es Vd. pesada,… pero en fin, probaré. Dígame ¿qué quiere que
le adivine?
─
¿Es una prueba o va de verdad?
─
Hagamos una prueba…
─
Bien pues dígame ¿cómo conseguiría yo un trabajo en el que se haga poco y se
gane mucho?
─
Pues sabe lo que le digo…
─ No si Vd. no me lo dice
─
Pues que no le voy a contestar a su pregunta.
─
¿Y por qué?
─
Porque me la voy a guardar para mí mismo que yo también estoy en el paro.
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