Esta
madrugada la bóveda celeste se abrió y dejó escapar toda el agua de los
pantanos celestiales con un enorme estrépito de rayos, truenos y relámpagos que
yo afortunadamente no oí porque tengo taponado un oído y estaba durmiendo de
lado y menos mal porque le tengo algo más que respeto a las tormentas.
Cuando
nos hemos levantado, la inundación en el salón de la casa era evidente pues se
quedaron abiertas las ventanas y no nos dimos cuenta así que llevamos todo el
día secando cojines. La piscina a punto de rebosar y es que nos cayeron encima
nada menos que 80 litros
por metro cuadrado entre las seis y las once que es cuando salió el sol y que
al jardín le han venido de perillas.
Esperemos
que esta noche no se repita el fenómeno y, por si acaso, dejaremos las ventanas
bien cerradas.
tormentas de verano...
ResponderEliminarel libro lo leí hace muchos años y me encantó
Pero hay tormentas y TORMENTAS...
Eliminar¡Yo también viví esa experiencia! (Y estaba a tres o cuatro parcelas de la tuya). Realmente lo pasé mal. No porque tema demasiado a las tormentas, pero (¡buena expresión!) les tengo respeto. En fin, ¡encantadora forma de contarla!
ResponderEliminarPaco Montañez.
Me alegra verte por aquí. Hacía tiempo que no me decías nada.
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