Si el relámpago es
quien enciende la noche,
el trueno debe ser
el monstruo que rugiendo
nos acaba encogiendo
de miedo el corazón.
Sin embargo la lluvia
suaviza su estruendo
con ese chapoteo
que nos serena el alma
y, cual canción de cuna,
nos vuelve a adormecer
y en los brazos del sueño
mecidos por Morfeo
ignoramos la furia
de la feroz tormenta
que se marcha despacio
hacia el amanecer.
las tormentas, lluvias, rayos y centellas, jamás me han apasinado ni puesto romántica....
ResponderEliminarbesos.