El
ratoncillo salió de su agujero después de asomar sólo los bigotes y olisquear
el ambiente del exterior. Ella ya se había marchado porque el olor a tabaco
rubio casi había desaparecido. No quería salir estando la chica porque la
última vez sus agudos chillidos habían estado a punto de romperle los tímpanos,
“Vaya como gritaba la señorita”, se dijo. El jefe sin embargo no le dedicó
nunca ni una mirada de soslayo, pero, en esta ocasión observó cómo se había
soliviantado cuando la caja de cerillas vacía que estaba junto a la silla se
movió a su paso produciendo un leve ruidito.
¡Valiente
susto que se había llevado el pobre! Estaba mirando por la ventana y se volvió
como movido por un resorte cuando lo de la cajita de fósforos, incluso se llevó
la mano a la pistola que llevaba en la funda sobaquera. ¡Qué exagerados eran
los humanos!, pensó y siguió su recorrido buscando algo que echarse al
estómago…
Siempre hay distintos puntos de vista. Lo que a un ratón le parece exagerado al pistolero le parece una acción acertada.
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