Fueron las lluvias,
las primeras
de un Otoño reseco
y abrasado.
Vinieron de
improviso
y con gran
estruendo descargaron.
Luego se fueron
de la misma manera
que llegaron
pero en silencio,
como pidiendo
perdón
por la furia que hubieran
desatado.
Un poco como cuando los niños hacen una trastada y luego se piensan que por pedir perdón todo se les puede perdonar
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