Frasquito
Paula fue un niño repipi y malcriado que, bajo las faldas de su madre doña Jeroma,
se protegía de todo el mundo hostil que le rodeaba.
Cuando
se hizo mayor trató de seguir escondiéndose de la realidad que, según él, le
amenazaba y, cuando faltó su progenitora, intentó por todos los medios
encontrar una sustituta y la encontró en María del Carmen Pérez de la Mota y
Gómez de la Mitra que había sido su vecina durante la mayor parte de su vida.
La madre de Mª del Carmen, (viuda de un coronel arruinado por su afición al
juego), se había ido encargando de educar a su hija y encauzarla hacia la
misión que debería cumplir: aguantar a Frasquito Paula hasta que pasase a mejor
vida y así mejorar la propia con la herencia que recibiría del finado.
Aunque
vista así la cosa no parecía demasiado complicada (Frasquito era treinta y
cinco años mayor que Mª del Carmen) lo cierto fue que pasaron los años y
nuestro personaje no la diñaba ni a la de tres y ya andaba por los noventa y
tantos años que no es poco.
Mª del
Carmen comenzó a impacientarse y se puso en las manos de un sicario que debería
acabar con la vida de su esposo a la mayor brevedad posible y por el módico
precio de cinco mil euros que ella había ahorrado con miles de fatigas
sisándole a su marido en las cuentas del súper a lo largo de su vida en común.
El caso
fue que, cuando el sicario iba a disparar sobre Frasquito, que se hallaba
desayunando a la sazón, Mª del Carmen, que pasaba en ese momento por allí, se
interpuso en el camino de la bala asesina y este asunto baladí tuvo como
consecuencia que el sicario no cobrase y que Frasquito heredase de su amada
esposa la cantidad de cinco mil euros y la necesidad urgente de buscarle una
sustituta para que le cuidase como él había menester.
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