Tenía sus sospechas de que algo raro estaba
pasando entre ambos aquella mañana pero no sabía exactamente qué era.
No podía quitarse de la cabeza que al salir
para el trabajo su beso no había sido igual que el de siempre. Aquella mirada y
aquella media sonrisa que puso cuando le dijo: “Hasta luego” le traían por la
calle de la amargura, de tal suerte que, a las once y media de la mañana, se
excusó ante su jefe y volvió a casa con la mosca detrás de la oreja.
Aparcó en otra calle por si le veía llegar y
abrió la puerta sin hacer ruido. Sigilosamente se dirigió al dormitorio y, al
pasar por delante de la puerta de la cocina, la vio:
pestiños!!! ummmmmmmm ya poca gente los hace.... y los industriales no me van.... ainssss he de aprender ha hacerlos yo misma...
ResponderEliminarbesos.