Mi abuela Isabel era una lectora empedernida y
quizás de ella heredó mi padre su gran afición a la lectura.
Mi abuela leía todos los días y todo lo que
caía en sus manos. Cuando acabó con la extensa biblioteca de su casa se dedicó
a leer novelitas de Corín Tellado que hacían furor entre las jóvenes (y ella
tenía tres hijas) en los años sesenta y, cuando no tenía ninguna a mano, leía
las novelas del oeste de mi tío Luis.
Por ahí comencé yo mi adicción a las novelas
de Marcial Lafuente Estefanía y de Keith Luger y otros por el estilo, las
llamadas “novelas de tiros” porque no paraban de disparar los pistoleros que
las protagonizaban.
Las “novelas de tiros” eran muy baratas (unas
cinco pesetas) y, una vez leídas, se podían cambiar en el kiosco por otras
también usadas pagando una peseta o algo menos.
Llegué a tener tanta afición a su lectura que
me tragaba una o dos en las tardes del verano pero, afortunadamente, sólo
fueron un puente hacia otro tipo de novelas de más calidad literaria.
Soy Ana Vega, me ha llamado la atención este post porque tanto mi padre como mi madre -ella solo una- escribieron varias novelas del Oeste, una manera de ganarse la vida con cierta continuidad. Mi padre firmaba con Whegg Zheravla, también Chris Weg, y publicó también muchas del FBI y de Rurales de Texas... la mayor parte de los ingresos eran para pagar al abogado en las solicitudes de indultos etc. en aquellos tiempos. Y mi madre solo escribió una, "el azote de la frontera", Anthony Burguess. Yo también tuve mi época de leer novelas de amor -Corín Tellado no, prefería a Carlos de Santander- y de escribirlas, aunque mucho más modernas, en la colección Arcadia, también yo firmaba como Anette Vega; cosas de la juventud... tenía 18 años por aquel entonces.
ResponderEliminarMe suena Anthony Burgess y me encanta lo que me has contado en tu comentario
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