Despierto lentamente a la mañana que también
se levanta soñolienta. Mis ojos se acostumbran poco a poco a esa luz que se
filtra entre los agujeros de la persiana a medio bajar que intenta tapar, sin
mucho éxito, la ventana de mi cuarto. De pronto el despertador se pone en
marcha: son las siete, y me espera otra jornada de trabajo para hacer que el
jardín sea ese adorno que cualquier casa de campo se merece.
Es invierno, casi invierno diría mejor, aunque
las flores todavía resisten sin ajarse porque el frío aún no nos visita ni se
escarchan los campos como antaño.
Me levanto de un salto (es un decir) de la
cama y me voy a la ducha sin demora. La casa esta caliente todavía por más que
la calefacción no se ha encendido. Un café y una tostada con aceite y las
tijeras de podar en ristre para abordar los setos y rosales que esperan ya mi
visita anual que los deje en condiciones de rebrotar con fuerza en Primavera.
yo tengo "casi" preparado el patio, algunas gitanillas quedan por plantar en tiestos vacíos que dejaron la palomilla africana... las noches de helada, pues echaremos el toldo, no?
ResponderEliminarbesos.