viernes, 30 de diciembre de 2016

Una siestecita



El cascabeleo del caballo y el balanceo del coche le iban adormeciendo poco a poco hasta que dejó de escuchar el sonido y se sumió en un sueño profundo y reparador.
Recorrió calle a calle y plaza a plaza la zona antigua de la ciudad sin disfrutar de los monumentos que iban pasando junto a él y no despertó hasta que el frenazo del caballo le sacó de su modorra. Miró el reloj y comprobó que, como siempre, había tardado cincuenta minutos en el recorrido. Menos mal que el caballo se sabía el camino de memoria porque los “guiris” que había paseado no se habían percatado de nada.

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