El miedo tiene voz
quejumbrosa, agobiante,
y le hizo perder
la noción de lo cierto
ofuscando su alma,
engañando a su cuerpo.
Fue su mayor tortura
enfrentarse al espejo,
por eso aquella noche
no durmió como siempre.
Amedrentada y huérfana,
la encontré mendigando
alguna explicación
a su falta de sueño,
que le diera esperanzas,
que le diera sosiego,
que le hiciera olvidar
horribles pesadillas,
temores y desvelos.
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