Y, digo yo, ¿por qué no se llama yeguo al macho de la yegua?, al fin y al cabo sería una solución lógica dado que a la hembra del caballo no se la puede llamar caballa porque el vocablo ya está pillado. Hay otros casos que me preocupan sobremanera y que, como no les busque una solución razonable, me van a quitar el sueño de la siesta y eso es peligroso para la salud de los que conviven conmigo. He aquí algunos ejemplos de falta de lógica lingüística: La oveja y el carnero, la vaca y el toro, la mujer y el hombre,… y no digamos nada de aquellos casos en los que falta la pareja: la rana, la hiena, la nutria, la foca, la morsa,… en estos casos se ignora olímpicamente el nombre del macho porque, seguramente, es un cero a la izquierda. Lo más sangrante es cuando sólo se sabe el nombre del individuo masculino: el sapo, el buitre, el alimoche,… en estos casos yo me pregunto: ¿quién colabora con ellos en la perpetuación de la especie?.
También hay casos que parecen normales pero que, a todas luces, no lo son: el ratón y la rata por ejemplo puede parecer que forman pareja pero no es así, es imposible que de la unión de un ratón y una rata salga criatura viviente alguna.
Hasta ahora el único caso que he investigado a conciencia es el que proponía al inicio, es decir el de la pareja formada por el caballo y la yegua. Como no tienen claro cuál es su pareja, hay veces que un caballo se enamora de una burra o una yegua se encapricha de un burro (vaya usted a saber por qué) y así nacen criaturitas como la mula o el mulo que, aunque podría pensarse que forman pareja, es totalmente imposible que sean capaces de procrear y esto nos obliga a permitir la promiscuidad de los équidos si queremos conservar el ganado mular, y tamaño despropósito se me antoja una barbaridad y un atentado a la moral y las buenas costumbres del reino animal pues hay otras especies que copian tales comportamientos (léase la mujer y el hombre) y no sabemos donde vamos a ir a parar con estas prácticas.
Que la crisis os sea leve.
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