No sólo es prácticamente imposible sino que, además, es harto improbable que suceda tal o cual cosa. ¡Bendita inocencia la que ampara la anterior aseveración!. Todo lo que se asegura con un grado excesivo de dogmatismo es, si no hay una causa estelar que lo remedie, una tontería como un castillo.
Lo mejor que podemos hacer cuando tratamos de enunciar una hipótesis es eso mismo, o sea, que sea una hipótesis y, por ese mismo motivo, habrá que tratar de demostrarla y no hacerla tragar a los demás como si de una píldora sanadora se tratara.
En eso de no demostrar las hipótesis encontramos grandes maestros entre las diversas profesiones que componen el variopinto mundo en el que habitamos y no me refiero solamente a los políticos por si alguno así lo piensa sino que lo hago extensivo a todos y todas sea cual sea la ocupación a la que nos dediquemos.
Veamos algunos ejemplos que pueden arrojar luz a lo que estoy tratando de explicar:
a) Los alumnos son los mayores culpables del fracaso escolar.
b) Los trabajadores, que se dan de baja, engañan a la empresa.
c) Sólo hay un dios verdadero.
d) Ahora sí vamos a salir de la crisis.
Como se puede observar cada una de ellas procede de un estamento diferente y también podrían proceder de una misma persona, pero, podemos decir por ello que son afirmaciones ciertas,… por supuesto que no, ¿verdad?, pues oído al parche que estamos a punto de iniciar el pandemónium de los despropósitos, estamos entrando en periodo electoral. ¡Ojito con lo que oigamos que habrá que tamizarlo para separar el grano de la paja!.
Que no nos pille el tren.
No hay comentarios:
Publicar un comentario