Eran
las tres de la madrugada y estaba rendido, no en vano el día había sido
extraordinariamente intenso y, después de cenar, había dejado terminado el
proyecto que tenía que presentar a primera hora de la mañana. Estaba ya a punto
de acostarse cuando sonó el teléfono. Dudó entre descolgarlo o dejarlo sonar
pero, al fin, decidió contestar a la llamada.
- Hola,
- dijo una voz de mujer al otro lado – estoy haciendo una encuesta sobre el
insomnio. ¿Le importaría contestarme a unas preguntas?
Le faltó
un pelo para mandar a paseo a la comunicante pero, en un arranque de buena
educación, preguntó con ironía:
- ¿No
le parece un poco tarde para hacer preguntas? – y luego continuó – Señorita, yo
no padezco de insomnio, es más, en este momento tengo un sueño impresionante y
estaba en vías de solucionarlo yéndome a la cama.
- Lo
siento muchísimo, caballero, - contestó la voz – han debido darme su número por
equivocación y estoy metiendo la pata. ¿Vd. no llamó hace unos días a la clínica
del sueño diciendo que le era imposible dormir?
- No,
mi querida señorita, no – contestó un tanto malhumorado – yo duermo todas las
noches a pierna suelta, pero ¿es que Vds. hacen las encuestas sólo a
determinados teléfonos?
- Por
supuesto – respondió ella resueltamente – imagínese Vd. que llamamos a las
tantas de la madrugada a alguien que no padece de insomnio.
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