Si
había algo a lo que Roque temía era a las consecuencias de decir la verdad. En
sus años de infancia y adolescencia cuando su padre le preguntaba si había ido
al colegio, él decía siempre que no porque, en caso contrario, le preguntaría
si el profesor estaba contento con su trabajo, si había hecho los deberes en
clase, si las notas eran buenas etc.,… pero contestando negativamente sólo se
exponía a un guantazo y a quedarse castigado, cosas a las que estaba
acostumbrado y no le suponían un gran contratiempo. Mentía pues para ahorrarse
problemas mayores.
Con los
años esta costumbre se instauró en él con tanto arraigo que llegó a ser un
mentiroso profesional. Falseó su curriculum y obtuvo un puesto de trabajo en el
que ganaba el dinero a espuertas y no tenía que hacer prácticamente nada. Con
el producto de esta actividad montó una oficina de información comercial para
engañar a las empresas acerca de sus posibles clientes y encima cobraba
cantidades astronómicas por ello. Sacó todo su capital del país y lo envió a un
paraíso fiscal antes de declararse en quiebra para no tener que pagar a ninguno
de sus acreedores y, además, como sus deudas eran tantas y tan grandes, le
metieron en la cárcel pero salió al poco tiempo porque, según decía, había
tenido un comportamiento ejemplar.
Si
continúa en esta línea, ¿quién sabe a dónde podrá llegar en un futuro no
demasiado lejano?
Seguramente los
“Roques” no existen, ¿o sí?
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