Sólo eran tres pero hablaban por ocho o
diez y, además, hablaban a voz en grito como si los demás estuviésemos sordos o
como si pretendieran que todo el mundo se enterase bien de los pormenores de
sus vidas que, por otra parte, no eran ni mucho menos interesantes para nadie.
Estuvieron “deleitándonos” con sus
aventuras en el supermercado y en la pescadería e, incluso hicieron referencia
a los escarceos que cada una tenía con su respectivo a la hora de meterse en la
cama, total, una tortura que duró las dos horas y media de la visita a su amiga
enferma que se pasó el rato dormitando.
¡Qué alegría cuando se marcharon!,
pero… quedaron en volver la tarde siguiente.
ufffffffffffffffff..... yo sufro una amiga de mi madre que no veas!!! te cuenta las cosas tripitidas......
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