¡Qué pena! Hoy es el último día de clase…
Ahora a pasar el verano entero sin verla… Pues yo no me quiero ir a casa cuando
suene el timbre… Me voy a quedar aquí y ya está.
Ya suena ese maldito timbre… No me voy a mover
de mi mesa pase lo que pase… Mira la idiota de las coletas cómo le hace la
pelota y encima le da un beso… Y ahora sale corriendo para su casa que la
estará esperando la horrible de su mamá que es tan fea como ella…
─ ¡¡Manolito!! ¿Es que no vas a recoger tus cosas?
Anda mételo todo en la mochila y ven aquí.
Ya voy, ya voy, y ahora me regañará… Me siento
tan triste…
─ Ven, acércate que te vea esa cara. Tienes una
mancha de chocolate aquí. Anda dame un beso y hasta el curso que viene,
precioso.
Me ha dado un beso y me ha llamado precioso,
un beso mucho más grande que el que le dio a Elenita… Ya lo creo, muchísimo más
grande,… pero muchísimo, muchísimo más grande.
¡Me encanta, José Felipe! Sabes, yo subí hace unos meses una novela de chicos de esa edad a la plataforma free-ebooks, "Manual para no? ser un pringao", y disfruté escribiéndola por esas cosas que tan dulces nos resultan ahora, al recordarlas, aunque en su momento sufríamos como Manolito. Esos enamoramientos del profe, o de un compañero, y los celos, y los cuadernos llenos de corazones, y vivir pendiente de una mirada o una sonrisa... Son la sal de la vida. Y está muy mal que nos lo des con cuentagotas!
ResponderEliminarYa falta menos. Espero que me sigas hasta el final. Besos.
EliminarVivencias...?
EliminarMas bien fruto de la observación conjugado con cierta dosis de fantasía posible.
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