En los años de mi niñez las ferias (en Córdoba
había dos) eran uno de los mayores alicientes.
Como aún era pequeño tenía que ir con alguien
de la familia y yo disfrutaba sobre todo cuando me llevaba mi tío Luis, el hermano
de mi padre, porque era quien más paseos me pagaba en los cacharritos aunque
nunca conseguí que me hiciera una foto en el caballo del fotógrafo que se ponía
en la Puerta de Gallegos pues siempre me decía que lo haríamos cuando
volviésemos para la casa pero, al final, me llevaba a comprar un garrote de
caramelo o un algodón dulce y salíamos por los Jardines de la Agricultura
donde, por supuesto, no estaba el fotógrafo con su caballo disecado.
Sabio tu tio Luís.
ResponderEliminarPor lo menos... había un premio más apetitoso
Un abrazo