Cuando terminó de abrirse al mundo necesitó
aún cierto tiempo para acostumbrarse a la nueva situación. Todo era
completamente nuevo para ella pues nadie le había hablado de cómo era aquello
que ahora contemplaba, es más, nunca había hablado con nadie pues no sabía
hablar ni tampoco había visto nunca a nadie que fuera como ella…
¡Ay!, algo le acababa de nublar durante un
instante la visión del espacio exterior. Luego comenzó a sentir un cosquilleo en
su interior que, al principio, le resultó un tanto molesto pero que, poco a
poco, se fue tornando en algo placentero. Al cabo desapareció el cosquilleo y
le pareció oír una vocecilla que decía:
“Gracias, hermana flor, mañana volveré por más
si tú no tienes inconveniente”, y, de nuevo su visión se nubló por un instante
cuando le pareció que algo salía de su interior.
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