Trató
de recordar el sueño… aquél conejo blanco… el cazador… el paisaje bucólico… la
verdad que no tenía mucho sentido pero es que los sueños no suelen tenerlo.
El
conejo blanco ya había aparecido en la primera parte del sueño cuando despertó
por el sonido del teléfono y su hermana le comunicaba la muerte de su marido…
pero no recordaba mucho más de aquella primera entrega onírica.
Su
cerebro era una coctelera que se agitaba sin descanso tratando de encontrar el
sentido de aquél sinsentido. La historia de la casa que le había completado
Rodrigo tampoco tenía mucho que ver con el sueño en cuestión pero cualquiera
sabía si, después de varios circunloquios, la cosa tendría un significado
coherente.
Miró su
reloj. Marcaba las seis de la tarde según suponía porque el sol estaba ya
bastante bajo en aquella tarde de finales de invierno. Se levantó de la cama y
bajó a la cocina para prepararse algo de cenar. La verdad es que su estómago
estaba ya reclamando el alimento porque no había comido nada desde que desayunó
a las siete en casa de su hermana.
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