Escudriñó
el contenido del frigorífico y optó por lo más simple: un par de huevos y algo
de beicon que, una vez fritos, le sirvieron de consolación a su inclemente
estómago. Recogió la cocina y metió los platos en el lavavajillas, se sirvió un
gin-tonic y se dirigió al salón dispuesto a ver algún informativo en la
televisión.
Tomó
asiento en su sillón favorito y dio un largo trago a la bebida. Encendió la
tele y zapeó para buscar un canal que estuviera dando noticias. Depositó el
vaso sobre la mesita de lectura y se dispuso a empaparse de todo lo acaecido
durante las últimas veinticuatro horas. Estaban hablando de las desastrosas
consecuencias que había tenido para la bolsa el resultado de las elecciones,
pero su concentración no siguió mucho más allá y se quedó dormido como un
tronco…
El
conejo, de nuevo el conejo blanco, pero ahora llevaba una chistera… eso es
imposible,… los conejos pueden salir de una chistera pero no la llevan puesta
como si fueran personas… y, además, se había dejado las orejas fuera… Era un
conejo enorme… desde lejos le pareció de tamaño normal, pero… ahora que lo veía
de cerca… y, para colmo, le sonreía… sí, le sonreía… Miró en derredor buscando
al cazador, pero no se le veía por ninguna parte. ¡Claro, estaría escondido!,
pero ¿dónde?... Cuando volvió la vista hacia el conejo no encontró ni rastro de
él… ¡Maldito sueño!
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