Mi madre, cuando mis hermanos y yo éramos
pequeños, se empeñaba en que debíamos tomar fruta como postre todos los días.
Como no estábamos por la labor, mi hermano
Luis y yo (Rafa era mucho más pequeño) ideamos un plan para evitar la dichosa
fruta que mi madre se empeñaba en que comiéramos.
El plan era el siguiente: Comíamos a cámara
superlenta para que así llegase la hora de irnos al colegio y sin haber llegado
al postre con lo que salíamos pitando sin tomar la fruta.
Nuestra madre, que se dio cuenta de la
maniobra, ideó una solución que le pareció infalible: el plátano. El plátano
era una fruta que nos la podíamos comer por el camino del colegio y así fue
como nacieron los “plátanos voladores” pues en cuanto volvíamos la esquina y ella,
que nos vigilaba asomada a la ventana, nos perdía de vista, los plátanos
“misteriosamente” levantaban el vuelo y se iban directamente al otro lado de la
tapia del primer solar.
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