Con la llegada del buen tiempo aparecían en
Córdoba una serie de tipos curiosos que poco a poco fueron desapareciendo como
si se los hubiera tragado la tierra.
La señora pulcramente vestida de negro con su
delantal blanco como la nieve que vendía las moñas de jazmines.
Aquel hombre tan mayor que vestido de marinero
y con su canasta a cuestas pregonaba aquello de: “Camarones, cangrejos,
bichitos de la mar”.
El “pianillo” (así llamábamos al organillo) de
la “Coja y el Manco” que con su única mano gobernaba con maestría el artilugio
y deleitaba al personal con decenas de pasodobles mientras ella con su muleta y
una lata recogía las aportaciones pecuniarias de los oyentes que tomaban un
refrigerio en alguna terraza de verano.
Y no digamos nada de “Pablito” con su criba
llena de piñones que echaba al aire y recogía con habilidad sin que ninguno
cayera al suelo y, luego de venderte un cartucho, te daba el “abridor de
tecnología punta”: un clavito.
solo me acuerdo del pianillo, por mi barrio pasaba uno que iba tirado de un burro... que recuerdos!
ResponderEliminarbesos.