Puede parecer una tontería pero lo que hoy
conocemos como “bombón helado” no siempre fue tan fácil de comer, y no lo digo
porque fuesen más caros o más baratos, es que los primeros bombones helados no
tenían el palito para cogerlos sino que venían envueltos en “papel de plata” y
había que cogerlos directamente e irlos pelando poco a poco según se iban
consumiendo. No quiero ni decir lo que pasaba cuando en el futbol o en los
toros se me ocurría pedirle a mi padre que me comprase uno.
Imaginaos el verano de Córdoba a eso de las
cinco y media o las seis de la tarde sentados en una grada a la que había dado
el sol durante toda la mañana y aparecía el hombre vestido de blanco pregonando
a voz en grito aquello de: “Al rico bombón helado” y cualquiera se resistía sin
pedir uno:
─ Papá, quiero un bombón helado.
─ Que no, niño, que el hombre no va a pasar por aquí ─ decía mi padre tratando de escurrir el bulto.
─ Que sí, que mira cómo viene.
─ Que no, niño, que no viene.
Y en ese momento un señor de la fila de
delante se levantaba y llamaba al de blanco para comprar uno a su pareja.
Ya no había excusa y mi padre, resignado, me
compraba el dichoso bombón que yo sentía cómo se derretía entre mis dedos sin
dar abasto a comérmelo antes y, como es natural, me ponía perdido de chocolate
de arriba abajo y, como es natural también, mi madre ponía el grito en el cielo
cuando volvíamos a casa.
los recuerdos de la infancia.... que maravilla...
ResponderEliminarbesos.