Los negritos fueron sin lugar a dudas el
antecedente cordobés del “Bollicao”.
Era un dulce muy sencillo consistente en una
torta “pujada” cortada por la mitad y superpuesta una parte sobre la otra con
crema pastelera en medio y cubierto de chocolate en la mitad superior.
Yo lo compraba en el puesto de “Fidela” cuando
iba camino del colegio por las tardes y me lo comía en el recreo como merienda.
Era un producto barato (creo que costaba una peseta con cincuenta céntimos) y
tremendamente alimenticio que proporcionaba energía suficiente para pasar las
sesiones de tarde sin terminar agotado (incluso en el cuarto de bachiller con
las clases extra de una hora más).
Los negritos forman desde entonces parte de mi
vida y, ahora que ya no puedo consumir azúcar, los echo de menos aunque nadie
lo crea.
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