Se
despertó sobresaltado. Miró el reloj de su mesita de noche, eran las cinco de
la madrugada y aquella campana no dejaba de sonar. Se levantó y miró por la
ventana. Llovía mansamente, pero nada, ni un alma se veía por la calle. Pensó
en volver a acostarse pero la dichosa campana le tenía preocupado. ¿Habría un
incendio o cualquier otro cataclismo?
En esas
disquisiciones estaba cuando la campana dejó de sonar, entonces fue cuando, a
través de la puerta entreabierta de su habitación, vio que se filtraba una luz
que parecía provenir del piso de abajo…
Intrigado
salió de su cuarto y bajó por la escalera procurando no hacer ruido… Entonces
lo comprendió todo cuando vio como su madre cerraba la puertecilla del reloj de
pared que le habían regalado por su cumpleaños.
─ ¿Has
oído lo bien que suena, Joaquín? Es exactamente igual que la campana del
convento. He probado todas las horas y funciona perfectamente. A lo peor te he
despertado, pero no podía esperar a mañana para ponerlo en marcha.
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