─Siempre te pasa lo
mismo.
─¿A quién?
─Pues a ti, a quién
va a ser.
─¿A mí?
─Sí, sí, no te
hagas de nuevas.
─No te entiendo…
─Ya, ya, ahora te
haces el tonto y pasa lo mismo de siempre.
─¿Pero que es lo
que pasa?
─Ves como lo que tú
quieres es cabrearme.
─Pero si yo no he
dicho nada inconveniente…
─¿Te parece poco?
─A ti no hay quien
te entienda. Explícate mejor que no tengo tiempo de sobra.
─Lo ves, siempre te
pasa lo mismo.
─Y dale con que me
pasa lo mismo, ¿y qué es lo que me pasa?
─Pues ya te lo he
dicho: lo-mis-mo. ¿Está claro?
─La verdad es que
no, no está nada de claro.
─¿Es que te estás
riendo de mí?
─Yo no me río de
nadie.
─Pues yo sí, mira:
ja-ja-ja.
─Vaya, menos mal
que ya te veo más contento.
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