Un
bullir sin descanso anima las primeras horas de la jornada recién nacida. Las
hormigas extienden sus sinuosos caminos para llenar de comida sus despensas.
Las abejas comienzan a llegar respondiendo al reclamo multicolor de las flores
y a sus aromas que las harán trabajar incansables hasta el final del día.
Las
lagartijas salen al sol mientras las salamanquesas, que han velado toda la
noche, se esconden para digerir su atracón de mosquitos y mariposillas.
Los
pajarillos con sus trinos llenan de sonido el aire de la mañana y revolotean
disputándose los alimentos que encuentran. Las tórtolas, subidas en los lugares
más altos, otean el horizonte como si estuvieran esperando alguna
visita y las plantas parecen desperezarse lentamente moviéndose al capricho de
la brisa como si interpretasen una melodía que no se oye.
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