─¿Te acuerdas…?
─¿De qué?
─¿No me digas que
no te acuerdas?
─Pues… no sé.
─¿Qué es lo que no
sabes?
─Pues eso.
─¿Eso?
─Eso de lo que me
tengo que acordar.
─¡Ah, entonces es
que no te acuerdas!
─Pues… la verdad es
que no.
─Tanto peor.
─¿Peor?
─Peor para ti,
imbécil.
─Vaya, ya empezamos
con los insultos…
─Pues claro.
─¿Claro, qué? ¿Que
ya me estás insultando?
─¿Yo?
─Sí, tú, que
siempre te haces el “santito”.
─¿Cuál santo?
─¿Pero quién está
hablando de santos?
─Yo no.
─Y yo tampoco.
─Menos mal que estamos
de acuerdo, ¿qué si no?
me has recordado a una conversación cotidiana con mi madre
ResponderEliminarjajajajajaja