El
canto sincopado del autillo recibe a las tinieblas. Correteos de pequeños
roedores entre la hojarasca de los arriates.
Las
salamanquesas salen de sus cobijos diurnos y se ubican cerca de los puntos de
luz que atraerán a su alimento. Quietas, como si fueran estatuas monstruosas
esperan pacientemente a que el insecto se sitúe a sus alcances para estirarse
con rapidez y tragarlo de un bocado.
El
silbante vuelo de la lechuza nos delata su presencia e incluso llegamos a
vislumbrar su silueta en medio de la oscuridad reinante.
Las
estrellas nos guiñan desde lo alto y la Luna se pasea majestuosa alumbrando la
escena con su luz plateada: ha llegado la Reina de la Noche.
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