Su
corazón latía como un caballo desbocado. Al fin estaba seguro de la
verisimilitud de su relato y comenzaba a compartir emociones con su personaje.
Adolfo se quedó de una pieza después de
haber escuchado a Pepa. Su pulso se aceleró y sintió sus sienes golpeando a la
vez que su corazón se disparaba:
─ Pero,… pero, Pepa,… pero esto es la
solución de mis males, Pepa de mi alma. Manda aviso al señor cura y dile que
quiero que venga a casa para decírselo. Pero tú no le anticipes nada.
Pepa salió como un tiro en dirección a la
casa parroquial para dar cumplimiento a las órdenes del joven y antes de que
pasase media hora estaba de nuevo en la casa comunicándole a Adolfo que don
Matencio vendría después de la misa de ocho.
Mientras esperaba la visita del sacerdote,
Adolfo no perdió el tiempo y, a través de Internet, contrató los servicios de
un detective privado que averiguase todo lo posible y a la mayor brevedad sobre
la señorita Lucía Basta que vivía en el barrio Nuevo de la Capital de la provincia.
A media tarde le pidió a Pepa que le
hiciese una tila porque su estado de excitación iba en aumento. Sea por el
efecto de la infusión o por la música relajante que puso en su equipo de
música, el caso fue que se quedó dormido y sólo despertó cuando, a eso de las
ocho y cuarto, sonó el teléfono y Pepa de comunicó que le llamaba un tal
Fuentes de una agencia de “no sé qué” privados.
Dio un respingo y se puso al teléfono:
─ Sí, dígame, soy Adolfo Pérez de la Caza.
─ Dijo presa de un nerviosismo que le hacía temblar la voz.
─ Bien, es para decirle que la señorita en
cuestión no es tal señorita sino que es señora desde hace seis años nada menos.
Le enviaremos el informe por e-mail si le parece bien.
─ Estupendo, ─ contestó Adolfo y cortó la
comunicación. ─ ¡Caray, se me olvidó darle las gracias!
Se sentó delante del ordenador y esperó
impaciente la llegada del correo electrónico.
¡Vaya
subidón!, Ahora sí que la novela casi se me ha ido de las manos. Mis personajes
están haciendo la historia por sí mismos. Mejor será descansar un poco y seguir
escribiendo más tarde, dijo para sus adentros. Cogió la gabardina y el paraguas
y salió a dar un paseo bajo la lluvia.
¿Pero cuanto tiempo yo sin pasar por aquí? He tenido que ir a principios de agosto para entender la historia. Los próximos días no me lo pierdo.
ResponderEliminarSigue el interés...
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