Adolfo y el cura se miraron como para
decirse sin palabras lo que era evidente a todas luces, que tenía que tratarse
de noticias sobre María.
El notario hizo un inciso, tomó aire y
continuó su parlamento:
─ Esta mañana me ha llegado un envío postal
con dos cartas dentro, una dirigida a mí y otra para don Adolfo a quien voy a
hacer entrega de ella en cuanto les lea la misiva dirigida a mi persona que
dice así:
“Muy señor mío:
En respuesta a la carta que Vd. me remitió
el pasado lunes le confirmo que mi estado civil es el de soltera, lo cual
espero que tranquilizará sobremanera a mi tío Matencio que supongo habrá
sufrido con la duda durante todo este tiempo.
He de confesarle que yo sabía que mi prima
Lucía estaba casada pero fui cobarde y no la delaté. Hablé con ella para tratar
de disuadirla de que siguiera con el engaño pero fue imposible, ella me dijo
que al final se sabría todo pero mientras tanto quería aprovechar para sacarle
algo a don Adolfo.
Estoy profundamente avergonzada de mi
actitud que no casa en absoluto con mi forma de ser.
Le envío otra carta personal para don
Adolfo donde le doy toda clase de explicaciones. Hágasela llegar a la mayor brevedad
posible.
Apenada, avergonzada y agradecida le saluda
atentamente. María”.
Como quiera que Adolfo no hizo intención de
leer su carta, los demás entendieron que quería leerla a solas. No obstante el
notario se dirigió al joven y le dijo:
─ Espero que tendré noticias suyas para
saber a qué atenerme en lo tocante al testamento de su señora madre. Ya sabe
que queda menos de un mes para que se cumpla el plazo.
─ No se preocupe que, a la mayor brevedad,
tendrá la información que necesita… y Vd. también, don Matencio, no crea que le
olvido.
Salió escopeteado hacia su casa y, cuando
entró, se encerró en el estudio después de indicar a Pepa que no estaba para
nadie.
La pobre Pepa se quedó con la palabra en la
boca pues llevaba todo el rato esperándole para preguntar sobre el asunto.
Adolfo abrió el sobre y sacó el único papel
que había dentro. Comenzó a leer:
“Apreciado señor:
La verdad es que no sé muy bien cómo
comenzar esta carta una vez sabido por Vd. la traición que supone el haberme
callado lo de mi prima Lucía.
Sí quiero decirle que no he tenido ni tengo
la intención de engañarle porque esa no es mi forma de ser y tampoco creo que
Vd. se lo merezca pues le tengo por una persona buena y generosa o, al menos,
eso es lo que me ha trasmitido mi tío Matencio.
Sé que el señor notario no les habrá leído
el párrafo en el que explico que no me quiero casar con Vd. por el mero hecho
de que así lo haya querido su madre, al fin y al cabo no nos conocemos de nada
y sería una aventura innecesaria tomar el camino del matrimonio para desembocar
quizás en un desastre del que saliéramos los dos perjudicados. A lo mejor, en
un futuro, si nos conociéramos verdaderamente podríamos llegar a convertirnos
en marido y mujer pero eso no pasará en el mes escaso que queda para que se
cumpla el plazo que daba su madre en el testamento.
Espero que esta negativa mía, junto con el
descubrimiento del estado civil de mi prima, sean justificación suficiente para
dejar sin efecto la manda de su señora madre.
Deseando que comprenda mi situación le
saluda afectuosamente. María.
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