No
había apenas terminado de tomar su decisión cuando un impulso irrefrenable le
hizo desistir de ella.
“Las
cosas hay que pensarlas serenamente”. La frase de su maestro le golpeó con la
contundencia de un uppercut que casi le dejó noqueado. Efectivamente, no había
que tomar decisiones precipitadas e irreflexivas que, generalmente, no
conducían a ninguna parte. Las cosas había que decidirlas con calma así que
tomó el bloc en sus manos y se dispuso a comenzar de nuevo su narración…
Adolfo
no estaba dispuesto a esperar más y decidió tirar por la calle de en medio. El
asunto no estaba para medias tintas y lo mejor que podía hacer era dedicarse en
cuerpo y alma a solucionar la papeleta que le habían dejado como herencia…
(“Valiente marrón”, pensó para sus adentros). Pero, ¿y si comenzaba
describiendo antes el paisaje que presidía toda la escena?... ¡Vaya! ¡Otra vez las dudas!... Lo mejor sería
parar y dejarlo para mejor ocasión.
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