lunes, 28 de agosto de 2017

El segundo problema



Mientras almorzaba su cabeza no dejaba de buscar soluciones. ¿Y si se casase con la otra sobrina del cura sin más ambages? Así todo quedaría solucionado pero ¿cuál sería el camino para que el protagonista se convenciera de ello?
“No, no y no, ¿no habíamos quedado en que había que dejar libres a los personajes para que ellos decidieran por sí mismos?” se recriminó. Sería mejor dormir una siestecita y luego continuar con la novela.
Soñó el principio del desenlace:
Adolfo sintió una punzada en el cerebro al escuchar las palabras del sacerdote. Seguía abocado a una situación que no deseaba…
Acompaño al clérigo hasta la puerta y allí le despidió conviniendo con él que deberían verse en la Notaría al día siguiente.
¿Quiere Vd. que le prepare algo para cenar?  La voz de Pepa le sacó de sus pensamientos.
Pues sí, Pepa, lo mejor será cenar temprano y meterme en la cama para descansar que mañana será otro día.
Despertó de pronto como si ya fuese hora de levantarse y se sorprendió porque sólo eran las cuatro de la madrugada. Pensó en volver a acostarse pero al fin decidió levantarse y escribir lo que había soñado.
La luz de la mañana entraba a raudales por la ventana cuando Adolfo abrió los ojos. Consultó el reloj de la mesita de noche y observó que eran ya las diez de la mañana.¡Había dormido casi doce horas sin parar! Tenía que prepararse para acudir a la Notaría… Pero no había quedado a ninguna hora… Desayunaría y llamaría a don Matencio para concretar.
Tras una breve conversación telefónica con el cura quedaron citados a las doce del mediodía puesto que don Matencio ya había solicitado la reunión con el notario a esa hora.
Ahora sí podría transcribir uno de los párrafos que había dejado abandonados al comenzar a escribir su novela:
Siempre había pensado que no debía eternizar las esperas porque sólo podría conseguir desasosiego e incertidumbre cuando lo que necesitaba su espíritu era embriagarse con el éxito para, de una vez por todas, dejar atrás el periodo de frustración en el que se encontraba inmerso desde hacía la lectura del testamento.
Releyó varias veces el texto y le hizo pequeñas modificaciones hasta que quedó contento con el resultado. Y ahora quedaba darle solución al segundo problema: María Fina.

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