Situado en la confluencia de la Avenida de
Medina Azahara con la de la República Argentina, era el lugar donde mi padre
pasaba dos tardes a la semana jugando al dominó en la “Peña del Once Doble”. El
bar no tenía nada de especial pero era el que más cerca quedaba de mi casa
hasta que abrieron “el Salero” (luego Bar Paco) en la llamada glorieta del
general Moscardó y hoy Plaza de Costa Sol.
Mi recuerdo es difuso pero lo que no puedo
olvidar es al dueño: Juan Balsera, con su pelo blanco como la nieve y aquellas
manos enormes que, siempre al saludarme, me sacaban algo de las orejas y olían
a queso del bueno
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