Ya he contado en mi autobiografía “Con ojos de niño” que Salar es un pueblecito
de la provincia de Granada donde mi abuela Isabel (la madre de mi padre) pasó
sus años de juventud y donde vivía su hermana María. Allí pasé muchas temporadas
en Semana Santa y Navidad cuando era pequeño.
Según fui creciendo y haciéndome mayorcito cambié las visitas de la
Semana Santa por las del verano procurando que coincidieran con las Fiestas de
Santa Ana porque había baile en la plaza y me permitían trasnochar hasta las
tantas.
Me juntaba con Emilio y Noni que eran sobrinos de mi tía Luisa por parte
de su padre, con Rafalito “Chominico” y con Jesús el hijo del alcalde con lo
que la autoridad estaba de nuestra parte. Fueron tiempos de tonteo con las chicas
y de las primeras borracheras y partidas de cartas en la Sociedad de Cazadores
que era el único bar aceptable de la localidad.
Con mi tío Julio me iba en su moto a la feria de Loja y una noche se
pasó de bebida y estaba tan borracho que decidí llevar yo la moto y montarlo de
paquete, pero, como iba de aquella manera, tuve que amarrarlo a mí uniendo su
cinturón y el mío. Suerte tuvimos de llegar a Salar sanos y salvos porque yo no
tenía carnet aunque sí sabía manejar la moto porque me había enseñado mi padre.
En 1965 mi
hermano Luis se puso muy enfermo con una nefritis aguda y el médico aconsejó a
mis padres que reposase durante un año y que tomase baños de sol en la playa
así que mi padre buscó un apartamento en Estepona y, desde esa fecha, los
veraneos fueron a la orilla del mar pero mi afición por las fiestas de Santa
Ana me hizo que cada verano convenciese a mis padres para pasarlas en Salar.
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